Cuando uno piensa en Diego Herner, recuerda a ese aguerrido defensor que supo surgir de Gimnasia, pasar por San Lorenzo y dejar parte de su corazón en el fútbol colombiano. Lejos de las canchas desde la pandemia, con último paso por Brown de Madryn, el oriundo de Gualeguaychú hoy disfruta del deporte como director técnico de Estrella en el Promocional Amateur, haciendo sus primeras armas en el rol.
“Muy buenas sensaciones. Los chicos estuvieron a la altura para afrontar la dificultad, supieron sobrellevar la situación y sobreponerse. Son chicos de 25 años, no me quiero quedar lejos de ese lenguaje, de llegarles, es un desafío porque no podía exigirles como profesionales y me encantó tener que adaptarme a ellos. Lo más difícil del fútbol es llegarle al jugador. Si no estás actualizado con la juventud, las problemáticas, es más difícil llegarles. Estar cerca es importante y me encantó comunicarme con ellos. En lo personal esto no lo había experimentado, me encanta ser técnico, siempre lo tuve en mente y salió esta oportunidad. Terminamos con menos puntos de lo merecido”.
“Cambié mucho mi visión del fútbol cuando me fui de Argentina. Empecé a jugar otro fútbol y otro tipo de juego. La agresividad y la parte física era menos necesaria. Me empezó a gustar el trato de la pelota, ocupar los espacios, perder el miedo a tener la pelota en los pies, cuando era chico teníamos prohibido darla al arquero o al volante central, era por los costados a largo. Hoy trato de que los chicos no tengan esos miedos, a mí me gusta el fútbol de la Selección. Me abrió la cabeza ir a España, entender movimientos, no me creía capaz de filtrar un pase, que un central rompa líneas y eso me terminó gustando, lo pude practicar en la segunda mitad de mi carrera”.
Podemos decir que hay un antes y un después de Diego Herner…
“Yo era consciente que tenía limitaciones, pero no era un jugador que no se diera cuenta de lo que se necesitaba. Cuando tenes tranquilidad y comprendes las situaciones te da otro panorama y eso generalmente nos pasa a los jugadores cuando ya estamos grandes y se nos acaba el tiempo. Queremos plasmarlo pero nos quedamos sin esa energía de la juventud para poder plasmar esa experiencia”.
¿Extrañas algo de ese fútbol?
“Extraño la inconsciencia que tenía, estaban Palermo, Riquelme, D'Alessandro, Ortega, grandes jugadores. Yo era inconsciente, iba y creía que se las podía sacar, me daba lo mismo ir una disputa contra Ortega que con mi hermano (Risas), era lo mismo y jugar al fútbol en el fondo es así, pero cuando empezas a analizar con los datos que hay hoy, la información, todo cambia. Hoy hay que prepararse, estudiar, verlo diferente”.
¿Qué sentís por Gimnasia?
“Es mi casa. Me dio la posibilidad de jugar profesionalmente. Yo no hice inferiores, llegué a los 17 años y seis meses después estaba en Primera. Me dieron todo, yo no me quería ir del club, me fui por decisiones externas. La salida fue con sabor amargo, fui un chico que vivió tres años en la pensión jugando en Primera. Me hicieron crecer y estoy completamente agradecido a la gente, a veces discuto con algunos hinchas, pero en Argentina mi casa es Gimnasia. Vivo en la ciudad, formé mi familia”.
¿Quedó la espina de no volver?
“Tuve pocas chances, siempre estaba el equipo armado, o yo con contratos largos en otros clubes y me costó volver a Argentina porque desde que me fui, me costó. Empecé a disfrutar el fútbol cuando me fui del país, acá lo vivía muy estresante, porque me lo tomaba de forma obsesiva. También la gente cuando volves espera al jugador que se fue y muchas veces no es así. Voy a ver los partidos a la cancha, siempre del lado de hincha, mi nena juega en una filial. No se si tengo una espina, pero me hubiera gustado terminar la relación de otra manera”.
Timoteo, Troglio, el Bochi, estuviste con varios nenes…
“Es una locura. Vamos al palco, charlo con ellos, saludo y cuando empieza el partido me voy a la tribuna. Quedaron amigos, estuve con San Esteban, Sanguinetti, Sava, Messera, una cantidad enorme, de una calidad, que tengo muy buena relación. Siempre fui admirador de mis compañeros. Me llevo muy bien con los que trabajan en el club, hasta Jorge Murua estuvo en casa en Colombia”.
Colombia te adoptó…
“Me fue muy bien en América, también en Medellín. Me ha ido bien en cuanto a la entrega y los resultados, eso la gente lo valora, mis hijos nacieron en Colombia, fui un año a Medellín y terminaron siendo seis. Tengo amigos, si me sacas de Argentina me voy a vivir a Colombia, la gente es maravillosa, me cambiaron mi visión completamente”.
¿Qué te atrapó?
“Me atrapó la cultura, yo pensaba que tenía problemas hasta que los descubrí a ellos y sin embargo siempre estaban contentos. Esa energía que proyectan, la alegría por vivir, que quizás nosotros no la entendemos, la forma de sentir me hizo a querer acercarme y entenderlo. Me hicieron comunicarme de una manera diferente y eso me terminó desafiando. Cuando me quise acordar tenía a mis hijos yendo a la escuela, al principio no lo esperaba, me fui de España a Colombia, la verdad que la pasé muy bien”.
¿Es muy diferente el argentino al colombiano?
“Tienen otra energía, ellos tienen problemas igual que nosotros pero ellos disfrutan el proceso, nosotros no. Nosotros estamos sufriendo el proceso y vemos quizás el lado negativo. Tenemos otras virtudes, pero ellos disfrutan de la vida y yo antes la sufría en el día a día, con ellos aprendí a disfrutar, a compartir, a no quedarme enganchado en el mal momento, a limpiarlo lo más rápido posible. Me ayudó mucho. Nosotros queremos resolver, somos vehementes y ellos disfrutan el proceso, un jugador colombiano quiere hacer dos caños, no diez goles”.
¿Qué es lo peor del fútbol?
“Hay muchos problemas pero a veces uno pasa a ser un número, algo más, se pierde la parte humana, si yo no hubiese jugado al fútbol no estaría dando esta nota, tiene su lado bueno, pero hay gente buena en la prensa, en la universidad, en otros lados y su opinión no tiene peso porque no ha tenido resultados. Cuando uno gana un campeonato se da cuenta que hay gente que ganó más que un campeonato, a un nene en América que estaba en silla de ruedas, no podía hablar porque había tenido un problema de bebé, le regalé la medalla de campeones, se la merecía más que yo. Uno disfruta pero hay gente que ha ganado más. El 90% por lo que nos angustiamos, no pasa, trato de llevarlo de la mejor manera posible”.
Fotos: Julián Martínez.