Martina Rossotti y Lucas Bacigalupo, egresados de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata y actuales investigadores del Conicet, compartieron detalles sobre su trabajo en biotecnología, enfocado en la producción de células beta para el tratamiento de la diabetes.
Este tipo de investigación, que busca perfeccionar el trasplante de células para ofrecer una solución definitiva a pacientes insulinodependientes, está aún en una fase temprana, pero promete revolucionar el abordaje de esta enfermedad que afecta a millones en el mundo.
“Las células beta son las que fallan en la diabetes. Nuestro protocolo está en etapa de perfeccionamiento, pero ya se han realizado trasplantes en pacientes, aunque con una viabilidad aún limitada”, explicó Rossotti. Sin embargo, ambos reconocieron que el acceso a estas terapias está lejos de ser una realidad inmediata para el público general.
“Falta bastante desarrollo. No sabría decir cómo un vecino podría acceder hoy a este tratamiento”, admitió Bacigalupo, destacando la complejidad y el tiempo que requiere llevar la investigación básica a la práctica clínica.
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El trabajo de estos investigadores no se realiza en aislamiento. Su reciente publicación, en colaboración con el científico David Valier (antes en Cambridge, Reino Unido, y ahora en Berlín, Alemania), es un ejemplo de la conexión global de la ciencia. “Leemos y citamos trabajos de todo el mundo. Eso nos permite construir sobre lo que otros han hecho”, señaló Rossotti, subrayando la importancia de la colaboración del conocimiento científico.
El desafío del Conicet
La realidad de la ciencia en Argentina plantea desafíos significativos. Los recortes presupuestarios y las dificultades para acceder a insumos importados afectan directamente su trabajo. “Estamos en una economía de guerra. Reutilizamos todo lo posible, desde plásticos hasta reactivos, para estirar los recursos, pero eso suma un estrés innecesario”, lamentó Bacigalupo. Rossotti agregó: “El Conicet es nuestro semillero, como una residencia para un médico, pero las becas se han reducido y los fondos no llegan. Esto no es cerrar un laboratorio de un día para otro, pero es una forma más agónica de frenar la ciencia”.
A pesar de estas adversidades, ambos investigadores defienden su vocación. “Seguimos trabajando porque es nuestro campo de batalla. Lo que hacemos importa”, afirmó Rossotti, quien destacó la importancia de visibilizar la biotecnología como una carrera con múltiples salidas laborales, desde la investigación médica hasta la industria, la docencia o el desarrollo de vacunas y mejoras agrícolas. “Es una carrera versátil, pero poco conocida. Yo la descubrí por un test vocacional”, confesó.
Bacigalupo, por su parte, enfatizó la conexión con la UNLP y otros grupos de investigación, como el de la Facultad de Medicina de La Plata, con quienes colaboran en proyectos sobre diabetes. “La ciencia es multidisciplinaria. No nos encerramos en un laboratorio; siempre pedimos ayuda y trabajamos en red”, explicó.
Con una mezcla de pasión y resiliencia, estos jóvenes representan el esfuerzo de una generación de científicos que, a pesar de los obstáculos, sigue apostando por la innovación y el impacto social de la ciencia argentina. Su lucha no solo es científica, sino también un compromiso con el futuro del país.