Hay pasiones que se gestan antes incluso de aprender a hablar. La primera palabra de Fernando Duclos fue “tren”, aquel transporte que veía pasar una y otra vez desde el balcón del pequeño departamento donde vivía, en un rincón de la ciudad de Buenos Aires. Esa mezcla de curiosidad y azar lo llevó, años más tarde, a recorrer otras esquinas del mundo, territorios desconocidos para gran parte de la cultura argentina. Así nació Periodistán: una combinación entre su profesión y, en tono de broma, un guiño a esos países cuyos nombres terminan en “-istán”.
Embed - El Editor Platense on Instagram: " Hay pasiones que se gestan antes incluso de aprender a hablar. La primera palabra de Fernando Duclos fue “tren”, aquel transporte que veía pasar una y otra vez desde el balcón del pequeño departamento donde vivía, en un rincón de la ciudad de Buenos Aires. Esa mezcla de curiosidad y azar lo llevó, años más tarde, a recorrer otras esquinas del mundo, territorios desconocidos para gran parte de la cultura argentina. Así nació Periodistán: una combinación entre su profesión y, en tono de broma, un guiño a esos países cuyos nombres terminan en “-istán”. Este sábado, 14 de junio, se presentará en el Teatro Metro. La nota completa y todos los detalles los encontrás en nuestra web #LaPlata #cultura #Periodistan #TeatroMetro"
Lejos de los relatos de guerra, conflictos y mala prensa, Duclos encontró una forma de contar la vida cotidiana, la hospitalidad, las costumbres y los pasatiempos de personas reales, en lugares que rara vez tienen voz en los medios. Lo que empezó como un blog se convirtió en posteos en redes sociales, y hoy Periodistán es, como él dice, “el multimedio más pobre del país”: incluye libros, shows teatrales, talleres, clases, ciclos de cine y, por si fuera poco, viajes guiados.
–Tu historia comienza antes de 2019. ¿Tu amor por conocer otros lugares del mundo nació en la niñez?
–Creo que nací un poco con eso. Cuando era bebé, vivíamos en un departamentito chiquitito en Buenos Aires y veía pasar el tren desde el balcón. La primera palabra que dije en mi vida fue “tren”. O sea, evidentemente había algo con el moverse. Después, a los 4 años, me regalaron un planisferio de los países y me aprendí todas las capitales. Tenía interés en conocer el mundo. Me acuerdo, por ejemplo, de leer en 1994 noticias sobre el genocidio o la masacre de Ruanda y pensar: “Che, qué loco, ¿dónde es todo esto?”. Esa pasión por lo que no se cuenta, por las historias, se conjugó con un interés por moverme, por viajar.
–¿Por qué nace Periodistán?
–Después de aquel viaje a África, me había quedado con la espina de: “Che, lo mejor que hice en mi vida fue viajar un año por África. Nada se le iguala”. Y de repente, en 2019, se dieron un par de circunstancias: perdí el trabajo, terminé una relación, me pagaron una indemnización... y se dio ese escenario. Cuando arranqué Periodistán, mi objetivo era un poco huir, porque estaba en un mal momento. Era más que un viaje, era una huida. Después pensé: “Bueno, aprovechando la experiencia que tuve con lo de África, voy a hacerme un blog, contar un par de historias, y cuando vuelva conseguiré algún trabajito, como siempre”. Se me fue de las manos, pero para bien.
–¿Fue un cambio sorpresivo?
–A inicios de 2020, yo era un barbudo que estaba armando una carpa en Kirguistán y mi principal problema era dónde comprar calzoncillos. Tres meses después, tenía dos maquilladoras poniéndome lindo antes de salir a conducir mi propio programa de tele. Realmente me cambió la vida.
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–Además de conocer, había una necesidad de contar lo que veías, sobre todo en países que suelen tener mala fama.
–Sí, el mundo es hermoso. El 99,9% de las personas que habitan este planeta son buena gente. Obvio que pasan cosas malas, y cada vez más, pero de repente podés caer en un pueblito de Irán, al lado del Golfo Pérsico, y de las 10 personas que te encontrás en una cafetería, las 10 se pelean para ver quién te regala el café, quién te invita a su casa y quién te aloja. Nadie me había contado esto. Lo mismo con Afganistán. La mayoría de la gente –y con razón, porque es lo que se nos cuenta– piensa en Bin Laden, los talibanes, el terrorismo y la guerra. Yo no me pongo una venda en los ojos, sé que eso existe, pero llegás y te encontrás con personas que también quieren que su país esté mejor, que quieren estudiar, trabajar, bailar... los mismos deseos que tenemos todos.
–¿Creés que los prejuicios han cambiado con respecto a estos países?
–Es muy difícil. Recibo muchos mensajes de agradecimiento por los posteos que hago y pienso: “Qué locura”. Pero después te das cuenta de que vos también sos una gotita, luchando como el Quijote contra los molinos de viento. Lamentablemente, desde este lugar del mundo –y más ahora, con la imposición cultural que tenemos de Estados Unidos–, todavía hoy digo “Irán” y la gente se asusta. Si lo menciono, es probable que me pregunten por la situación de las mujeres o por la política. Si digo que fui a Nueva York, es más común que me hablen de la NBA o de Broadway. Es imposible que diga “Fui a Irán” y me pregunten: “Che, ¿qué tal la comida?”. Estamos seteados, y es muy difícil cambiar esa mentalidad. Yo trato, obvio.
–Sin embargo, seguís optando por destacar lo positivo.
–Sí. Obviamente hay países y países. Pero no me parece buena esa uniformidad que a veces se impone: “Todos los musulmanes son así”, “Todo Medio Oriente es tal cosa”. Hay dos mil millones de musulmanes. Y sí, uno de ellos fue Bin Laden, pero también están Mohamed Salah y Karim Benzema. Algunos rezan cinco veces por día y toman la religión a rajatabla, y otros toman cerveza sin ningún problema porque conciben la espiritualidad de otra manera.
–¿Qué idea tienen ellos de Argentina?
–No tienen ni idea, excepto Messi y Maradona. Ellos abren absolutamente todas las puertas. Pero después, solo piensan que somos latinos y no mucho más. Nosotros creemos que somos el centro del mundo. Es como preguntar acá la diferencia entre Tayikistán, Uzbekistán, Kirguistán y Kazajistán. No tenemos ni idea. Lo mismo les pasa a ellos con Argentina, Chile, Bolivia y Perú. Les queda a 10 mil kilómetros de distancia. Gracias a Dios tenemos a Messi y Maradona, que nos hacen ser, en algún punto, destacados.
–¿De qué tenés ganas ahora?
–Tengo mis momentos. De repente, apareció esta faceta de los viajes guiados. Hay veces en las que quiero quedarme en Argentina y formar una familia. Yo no soy nómade: me encanta estar en Argentina, pero también tengo la posibilidad de viajar. Estuve tres semanas mostrándole a la gente la Ruta de la Seda. Este es el mejor laburo del mundo. En febrero llevé a un grupo a conocer las pirámides, ahora salgo para Moscú, San Petersburgo, Beijing y el tren transmongoliano. No sé... son dos Fernandos habitándome. Depende de cuándo me lo preguntes. Creo que, mal que mal, estoy intentando conciliar ambos. Igual, me abro a las posibilidades.