Entre la salvación y el knock out

Tras las elecciones generales, ¿Cuáles son los nuevos arreglos de fuerza al interior de las cámaras legislativas nacionales? ¿Qué implica para el futuro institucional de nuestro país?

Por ElEditor Platense
23 de octubre de 2023 - 12:00

Por- Joaquina Altamirano Lic. en Ciencia Política y RR.II

Las elecciones en tanto consulta, y por la gracia del voto secreto, son siempre inicialmente una incógnita. Sin embargo este 2023, más que la incógnita, fue la incertidumbre sensación que persiste en los diversos ámbitos sociales, augurando nuevos sentimientos de adrenalina para quienes encontramos en la política más que un simple interés.

Con los resultados de las Elecciones Primarias, se inició un nuevo periodo de desconcierto en un año que no dio un minuto de tranquilidad. Las encuestadoras no fueron capaces de captar las preferencias de un electorado que a 40 años de la vuelta a la democracia pareciera estar dispuesto a volver a revisar algunas cuentas que muchos y muchas dábamos por saldadas, dando así el primer golpe a nuestras certezas.

Sin embargo, esa incertidumbre no se deslizó como la niebla sólo en torno a los resultados sino que se extendió más allá del proceso electivo, hasta llegar a la gestión de ese nuevo gobierno que emergerá del mismo. Nos preguntamos durante este tiempo quién va a ser nuestro presidente, pero también cuestionamos acerca de las condiciones para la gobernanza de quien resulte electo.

Ante lo dicho, y sin pretensión de sortear la incertidumbre sino más bien con la intención de dejar una dirección a la cual el futuro pueda mandarnos las respuestas, con este humilde artículo intentaré poner en común algunas nociones y situaciones que sabemos nos vamos a encontrar en el próximo tiempo.

Tal vez a riesgo de iniciar muy desde el origen, tendríamos que empezar a hablar de qué significa el proceso electoral para la democracia, por qué nos importa la legitimidad democrática y qué relación tiene esa legitimidad con la gobernabilidad.

En primer lugar, sin elecciones abiertas, libres y limpias, como las que Argentina mantiene periódicamente desde 1983, no hay sistema democrático. Pero se necesita más, para que luego de celebradas las elecciones la democracia funcione debe entenderse como “the only game in town”, la única regla de juego posible. La democracia no acepta relaciones poliamorosas, ni coqueteos con otros sistemas, todos debemos comprenderla como el mejor sistema posible, allí radica su legitimidad. De alguna manera el tipo de relación que necesita, es una tradicional monogamia.

De este modo, datos como el que arroja la encuesta sobre cultura democrática publicada por Poliarquía en 2021, en donde el 20% indicaba que “le daba lo mismo” un régimen democrático, ya deberían arrojarnos señales de alarma, porque si la legitimidad, dicho llanamente, es la aceptación del gobierno por parte de la población, y aquello que le da derecho y autoridad para ejercer el poder, ésta cierta indefinición podría habilitar modos diferentes de ese ejercicio.

Al mismo tiempo, esa misma encuesta arroja otros resultados que en el presente son interesantes tener en consideración: hubo un incremento en la desconfianza en las instituciones, tales como la justicia, el congreso, los partidos políticos, los medios de comunicación, las fuerzas de seguridad. Tema sobre el cual autores clásicos de la Ciencia Política llenaron páginas, advirtiendo que la efectividad de esas instituciones para dar respuestas a la población es fundamental para mantener la legitimidad no solo del gobierno, sino del sistema democrático como tal.

Así legitimidad y gobernabilidad, esta última entendida como la capacidad del sistema político para dar respuesta efectiva, mediante resultados deseables, a las demandas que la población le encomendó resolver, mantienen entre sí una relación recíproca y proporcional, que evidentemente tiene que ser tenida en cuenta para pensar la Argentina que viene. Llegado este punto, valdría bien retomar uno de los cuestionamientos iniciales que sí estamos en condiciones de responder, al menos incipientemente: ¿en qué condiciones se va a gobernar a la Argentina a partir del 10 de diciembre? y a partir de ello recordarnos que, en tanto que este país se constituye como una República, también en estas elecciones se renovaron bancas en el Poder Legislativo, configurándose como uno de los mayores desafíos para quien asuma la presidencia.

Pero, ¿por qué es un desafío? dada la situación económica del país (una inflación interanual del 124,4% según el INDEC, el dólar blue tocando los $1000, la deuda con el FMI y el 40% de las personas viviendo bajo el umbral de la pobreza) la contienda electoral se vuelve caldo de cultivo para las propuestas mesiánicas y de cambios radicales, que aprovechan la legitimidad minada del sistema, para asumirse como las mejores (sino únicas) soluciones. Soluciones que sin embargo, serán muy difíciles de ejecutar sin acompañamiento del Poder Legislativo Nacional, porque según lo que indica la Constitución Nacional, hay determinados temas sobre los cuales el Poder Ejecutivo no puede tomar decisiones unilateralmente, es decir que requiere si o si de proyectos que pasen por el Congreso.

La creación, modificación o derogación de impuestos y tarifas; las decisiones en materia de tratados internacionales; la aprobación del presupuesto; las reformas constitucionales; la legislación en materia de Derechos Humanos y en materia penal, son temáticas sobre las cuales los/as presidentes se encuentran limitados en su accionar. Por ello serán precisas, a juzgar por las plataformas electorales de las principales fuerzas en disputa electoral, negociaciones parlamentarias para poner cualquiera de los planes en marcha bajo las reglas de juego vigentes.

De esta manera, estas elecciones tuvieron como uno de sus resultados más resonantes la reconfiguración de fuerzas en las Cámaras, que con el aumento exponencial de la presencia de La Libertad Avanza en la Cámara Baja, y su ingreso al Senado, es novedosa y desafiante: quien asuma la presidencia no tendrá mayoría simple, y al mismo tiempo dependerá de arreglos con las otras fuerzas para alcanzar el quórum necesario en cada una de las Cámaras para poder tratar en recintos los proyectos que allí se presenten, a riesgo de tener una gestión paralizada.

Con todo, el 10 de diciembre asumirá una nueva gestión en el marco de una democracia republicana que dentro de sus características individuales ha reforzado su cualidad de delegativa, tras un proceso electoral que pareciera marcado por la búsqueda de un salvador a quien encomendar toda la responsabilidad de cortar el nudo gordiano que parece atravesar la economía y sociedad argentinas. Vale entonces preguntarnos qué pasará si el nuevo gobierno apunta a la intransigencia, y sin cintura para las negociaciones, quede contra las cuerdas poniendo al sistema al borde del knock out. 

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