Tomás Akimenco (26) se ha convertido en uno de los pilares de Villa San Carlos. Dueño del arco desde finales de la temporada pasada y ratificado para este 2025, el joven tiene la gran la ilusión de pelear el Clausura de la Primera B Metropolitana que comenzará este fin de semana, sin descanso para los de Pablo Miranda.
Este nuevo estreno será ante Liniers, mañana desde las 15.30 en el estadio Gennacio Sálice, allí Akimenco buscará dar lo suyo para tratar de dejar los tres puntos en Berisso. En una entrevista con El Editor Platense, el guardián hizo una serie de reflexiones sobre los desafíos de la categoría y la resiliencia que los mantiene en la pelea.
El Apertura lo tuvo luchando al Celeste, pero algunos resultados adversos, como la inesperada derrota ante Armenio, frenaron su impulso. “Ese partido nos agarró en un mal momento, con lesiones y expulsiones. Fue complicado, no esperábamos ese resultado, pero siempre salimos con fe, no importa quién juegue”, explicó.
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No obstante, reconoció que errores puntuales en partidos clave, como el empate ante Argentino de Quilmes o la derrota frente a Dálmine, dejaron puntos vitales en el camino. “Esos dos puntos contra Argentino de Quilmes todavía los recordamos. Fue la última pelota, un error arbitral, pero son cosas que pasan en esta categoría”, compartió.
Tomás Akimenco, la persona detrás de los guantes
El arquero, conocido por su temple en momentos de alta presión, subrayó la importancia de mantener la calma: “Me considero tranquilo, intento transmitir eso al equipo. Si me ven desesperado, puede ser una reacción en cadena que no ayuda”. Esa mentalidad, forjada en años de adversidad, es la que lo sostiene tanto dentro como fuera de la cancha. Porque la vida de un jugador del ascenso está lejos de los reflectores: además de entrenar, Tomás trabaja en el gimnasio Los Álamos, donde entrena a jóvenes arqueros, y hasta el año pasado se desempeñaba como seguridad el bar del estadio de Estudiantes. “No se me caen los anillos por trabajar. Vivo con mi familia, mis hermanos, mi abuela, y esa ayuda económica sirve. No voy diciendo que soy futbolista, no es mi personalidad”, confesó con humildad.
Su trayectoria no ha estado exenta de sacrificios. Desde su paso por Jujuy, donde vivió solo y lejos de su familia durante dos años, hasta los días de incertidumbre como jugador libre tras la pandemia, Tomás enfrentó momentos de duda. “En 2020, cuando estaba en la reserva de Quilmes, me dijeron que no iba a firmar contrato. Fue durísimo. Pasé 2021 y 2022 entrenando por mi cuenta en Palermo, con un centro de jugadores libres. Si no fuera por el apoyo de mis viejos y mi fortaleza mental, no lo habría soportado”, relató. Aquellas experiencias le dieron una perspectiva única: “Hoy valoro cada momento, cada partido. Disfruto el predio donde entrenamos, el grupo unido, la ilusión de pelear el campeonato”.
El sueño de dar el salto
San Carlos combina experiencia con la frescura de los juveniles. La ilusión del ascenso está intacta, y Tomás no duda: “Demostramos que podemos pelear el torneo. Con la gente alentándonos, tenemos fe en este equipo”. El club, cuna de talentos, es también un trampolín para quienes sueñan con dar el salto. “Todos queremos esa oportunidad, pero para eso hay que demostrar. No es lo mismo pelear un descenso que un campeonato”, sentenció.