La inteligencia artificial no es cosa del futuro. Es una transformación civilizatoria en curso, una nueva gramática del poder que está reconfigurando nuestras vidas, nuestros empleos y nuestras formas de habitar el mundo. Si el siglo XX fue el siglo de la electrificación, el siglo XXI es el de la digitalización. En ese escenario, La Plata tiene que decidir qué lugar quiere ocupar.
Luis Papagni es ingeniero en sistemas, docente y consultor de organismos multilaterales como el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF). Su trabajo se centra en la intersección entre tecnología, gobernanza y políticas públicas. Conversé con él para pensar, desde su experiencia y mirada estratégica, cómo puede una ciudad como la nuestra abordar los desafíos y oportunidades que trae la inteligencia artificial. La respuesta no se hace esperar: “La Plata tiene todo para convertirse en el polo de innovación con identidad propia”.
La inteligencia artificial vive ya entre nosotros
“La inteligencia artificial no es opcional”, afirma Papagni. Está presente en nuestras búsquedas, en nuestras compras, en el diagnóstico médico, en la prevención del delito y hasta en las campañas políticas. No es una promesa lejana. Se trata de una tecnología que aprende, razona, decide y ejecuta tareas a velocidades inéditas, a partir de las bases de datos (es cierto esto de que los datos son el petróleo de la cuarta revolución industrial). En muchos casos, además, lo hace sin que sepamos exactamente cómo.
Por su parte, encontramos los agentes de IA —esos programas capaces de actuar con autonomía— que literalmente están modificando todo: desde la gestión de trámites municipales hasta la logística de empresas globales. En palabras de Papagni, "no reemplazan al trabajador, reemplazan al trabajo que no evoluciona". De ahí que uno de los grandes desafíos de esta época no sea técnico, sino educativo. ¿Cómo formar hoy a quienes trabajarán mañana?
La Plata: conocimiento, datos y soberanía
La Plata cuenta con condiciones extraordinarias para liderar un proceso de transformación digital con anclaje territorial. Universidades públicas, centros de investigación, cooperativas tecnológicas, pymes innovadoras. Todo eso existe. El problema es que no siempre se articula. “No alcanza con colaborar, hay que co-crear”, plantea Papagni, convocando a unir los vértices del triángulo: Estado, universidad y sector productivo. Articulación, un término invariable que aparece siempre en estas columnas.
Uno de los puntos más potentes de la conversación fue cuando mencionó la necesidad de construir infraestructura pública de datos. Sin datos abiertos, confiables e interoperables, la IA no puede funcionar al servicio del bien común. Por eso propone una agenda que incluya plataformas públicas, identidad digital y transparencia algorítmica. Gobernar con algoritmos —dice— es también garantizar que los ciudadanos sepan qué datos entregan, a quién, y bajo qué condiciones (es decir, qué se va a hacer con ellos).
Su enfoque no es inocente. Es una toma de posición frente a un modelo de desarrollo basado en el extractivismo digital, en el que las grandes plataformas capturan los datos de nuestras ciudades y los monetizan desde el norte global. La soberanía tecnológica empieza por casa, sostiene. Comienza, literalmente, en el preciso momento en que diseñamos los sistemas que gestionan nuestras decisiones cotidianas.
Empleo, inclusión y formación para el siglo XXI
El impacto en el mundo del trabajo es evidente. Papagni advierte que los empleos más expuestos son aquellos que involucran tareas repetitivas o rutinarias. Sin embargo, destaca también que la IA abre nuevas oportunidades: auditores algorítmicos, entrenadores de modelos, diseñadores de experiencias conversacionales, especialistas en ética digital. Todos ellos perfiles que hasta hace una década no existían. ¿Qué estamos haciendo o pensando para hacer frente a esta ventana de oportunidad? Estos temas no están en el debate público.
Acá, por el contrario, irrumpe con una propuesta clara. Hay que formar, reconvertir, incluir. Propone gestar, desde La Plata, una política pública potente: el Programa Local de Inteligencia Artificial para el Desarrollo que, sugiere, debería combinar formación gratuita, laboratorios de IA aplicada y un fondo de innovación con participación público-privada. Todo eso debe pensarse desde el territorio, desde las demandas concretas, no desde la lógica de las tendencias que proponen los gigantes tecnológicos.
Como bien señala: “La IA no puede ser un lujo de las startups del centro, tiene que llegar a los barrios, a las cooperativas, a las PyMEs. Si no democratizamos su acceso, solo vamos a profundizar la desigualdad”.
Universidad, ciudad y ciudadanía digital
Un eje estructural de la entrevista es el rol de la UNLP. Para Papagni, la Universidad no puede seguir en los márgenes del debate sobre desarrollo local. Debe ser motor, faro y articuladora de un ecosistema de innovación que genere valor social, económico y cultural. No solo a través de investigación básica, sino también incubando proyectos aplicados, liderando la discusión ética sobre algoritmos, y formando ciudadanía crítica y creativa.
Ese rol debe complementarse con gobiernos locales activos, con una dirigencia que se anime a pensar en clave de futuro. El desarrollo no es espontáneo, se planifica. La innovación no es neutral, se orienta. La IA puede aumentar o reducir la desigualdad. Todo depende de cómo la gobernamos, con qué principios, con qué instituciones y con qué horizonte.
Gobernar con inteligencia (artificial)
Hay una idea que recorre toda la conversación: la tecnología no es un fin en sí mismo. Es una herramienta. Una que, bien usada, puede ayudarnos a construir ciudades más justas, eficientes y democráticas. En términos concretos, Papagni plantea que gobernar con inteligencia significa que un productor del cordón hortícola pueda acceder a alertas climáticas en tiempo real, sobre el mercado y los precios. También, que una pyme de Los Hornos pueda usar algoritmos para automatizar procesos y mejorar su competitividad; que un vecino dialogue e interactúe con el Municipio en forma fluida y eficiente.
En definitiva, en palabras de Papagni, hacer “que la tecnología esté al servicio de la vida cotidiana. Eso es gobernar con inteligencia. Eso es hacer de la IA una política pública real”. La revolución digital no se va a detener. Eso no significa que debamos resignarnos a ser espectadores. La Plata puede —y debe— ser protagonista de esta transformación. Con planificación, con formación, con datos públicos, con identidad digital, con colaboración entre sectores. Sobre todo, con una mirada humanista que ponga a la persona en el centro.
La inteligencia artificial puede ser muchas cosas. En La Plata, tiene que ser una herramienta de emancipación. La base de construcción de un modelo de desarrollo local, soberano e inclusivo. La ciudad inteligente que queremos no es solo la que llena de sensores las esquinas. Es, sobre todo, la que garantiza derechos, inclusión y un futuro e identidad compartidos.
Por Jerónimo Guerrero Iraola | Abogado