Opinión.

Argentina, El Eternauta y la nieve del futuro: ciencia, soberanía y una dirigencia que debe despertar

La nevada tóxica nos encuentra desprevenidos. Construir el traje, usar la máscara y salir al encuentro de una revolución industrial que puede ser una gran amenaza o una enorme oportunidad. Nadie se salva solo. El héroe es colectivo. Un llamado a nuestra dirigencia

6 de mayo de 2025 - 10:00

La nieve lo cubre todo. Calles, techos, autos, veredas. No es una nevada cualquiera. Es una amenaza que avanza lenta pero implacable. Esa era la imagen que Oesterheld usaba para advertirnos, desde la ficción, sobre los peligros que pueden llegar sin estruendo, pero con efectos devastadores.

En estos tiempos, la nieve no viene del cielo. Es invisible. La llamaremos cuarta revolución industrial. Inteligencia artificial, biotecnología, energía, nuevos materiales, digitalización de la vida, computación cuántica, datificación, automatización. No se derrama sobre Buenos Aires, pero está entre nosotros. Como en la historieta, la verdadera tragedia sería no darnos cuenta a tiempo. Estamos jugando al truco en nuestra buhardilla. Debatiendo nombre, insultándonos, buceando entre grietas y ataques,

Lo que está en juego es la posibilidad de que Argentina sea protagonista o espectadora de su propio futuro. Podemos quedarnos en nuestras casas, experimentando cómo la nevada acaba con nuestro futuro, o salir a su encuentro, a aunar voluntades, a construir consensos, a gestar colaboración como para hacer frente a los enormes desafíos del presente.

Argentina tiene con qué. Tiene talento, universidades, organismos científicos y una historia de innovación reconocida en el mundo. Tiene, además, recursos naturales clave en el mapa geopolítico global. Repasemos algunas experiencias.

Energía atómica: soberanía con sello argentino

El ejemplo más claro es el Proyecto CAREM, un reactor nuclear de diseño 100% argentino. Una joya tecnológica desarrollada por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que posiciona al país en la vanguardia de los reactores modulares. Energía segura, limpia, eficiente. Un camino hacia la autonomía energética. No lo dice una consigna ideológica. Lo dice el sistema de ciencia y técnica cuando se le da presupuesto, continuidad y valor político.

El primer reactor CAREM puede abastecer de energía a una población de 120 mil habitantes, a partir de generar 32 MW. Imaginemos la cantidad de ciudades que, en nuestro país, podrían producir energía eléctrica (con el impacto que ello tiene en materia de desarrollo). El CAREM no es solo un reactor. Es la muestra de que Argentina puede desarrollar tecnología compleja, puede exportar conocimiento, puede liderar en un campo donde pocos pueden entrar.

Es, también, una inversión a futuro. Cada peso destinado a su desarrollo fortalece nuestra soberanía, tiende al autoabastecimiento. Además, existen múltiples cadenas de valor asociadas. Se puede vincular a polos fabriles con alto consumo de energía eléctrica (¿minería Blockchain? ¿cálculo para la inteligencia artificial?), o incluso utilizar el vapor residual para brindar sistemas de calefacción a hogares. Todo eso sin contar con las cadenas de minería de uranio, y la posibilidad de vender al mundo esta tecnología.

Tierras raras: la guerra fría mineral ya empezó

Mientras las grandes potencias compiten por controlar los minerales críticos del siglo XXI, Argentina aparece como uno de los pocos países con reservas comprobadas de tierras raras. Las tierras raras son elementos imprescindibles para la transición energética, las telecomunicaciones, la electrónica avanzada y la defensa.

Comprenden 17 elementos químicos, incluidos los 15 elementos del grupo de lantánidos. ¿Para qué se utilizan? Dispositivos electrónicos, por ejemplo, los imanes que se utilizan en auriculares, computadoras portátiles, teléfonos inteligentes o consolas de juego. Por su parte, los vehículos eléctricos las utilizan en la fabricación de motores y baterías, para aumentar la resistencia altas temperaturas. También se usan para la creación de turbinas eólicas, entre otros implementos industriales.

El litio ya está en boca de todos. Pero no es el único. La verdadera discusión no es sólo si extraer o no, sino qué modelo de explotación queremos. En lugar de “regalar” esos recursos, deberíamos estar discutiendo cómo industrializarlos, cómo incluir ciencia argentina en cada gramo extraído, cómo convertirlos en soberanía productiva. En definitiva, cómo añadir valor y sumarnos en las cadenas globales de producción. La combinación recursos + conocimiento es explosiva, y nos puede situar en la vanguardia de la transición tecnológica.

Argentina está sentada sobre una oportunidad histórica. Necesitamos una dirigencia política que mire el mapa de los próximos treinta años, no el Excel del mes que viene.

Biotecnología: la revolución nace en el sur

Nuestro país acaba de romper un récord: lideramos la innovación agropecuaria a nivel mundial. Con desarrollos públicos y privados, Argentina está a la cabeza de la edición génica aplicada a cultivos y mejoramiento animal. Desde el INTA hasta startups del conurbano bonaerense, la ciencia criolla demuestra que cuando se le da lugar, responde.

Pero no se trata sólo del campo. La biotecnología es salud, alimentación, energía, industria. Es una de las llaves del futuro. La tenemos en la mano. El desafío es no dejarla caer por desidia, ajuste o ignorancia.

Riesgos y oportunidades: nadie se salva solo

Debemos decirlo sin vueltas: todo este potencial corre peligro. Como en El Eternauta, la amenaza avanza y no hay refugio posible si no actuamos juntos. El cientificidio en marcha, con recortes brutales al CONICET, despidos masivos en organismos clave, vaciamiento presupuestario y fomento de la fuga de cerebros, puede hacernos perder una oportunidad histórica.

Se trata de comprender que sin ciencia no hay futuro. Sin investigadores, técnicos, desarrolladores, ingenieras, becarios, no hay manera de que Argentina se suba al tren del siglo XXI. La nevada tóxica, del orden de la política nacional, puede constituir las condiciones de sometimiento e imposibilidad de desarrollo de nuestro presente. Sin presente no hay futuro.

El héroe colectivo

La dirigencia argentina no puede seguir discutiendo el pasado desde odio mientras el futuro se nos escapa entre los dedos. Hay que debatir seriamente qué modelo de desarrollo queremos. Eso incluye definir qué haremos con nuestros recursos, nuestras universidades, nuestros científicos.

Hay un punto de encuentro entre lo urgente y lo importante. Defender el presupuesto del sistema de ciencia y técnica no es una bandera partidaria, es una necesidad nacional. Cuidar el talento argentino es tan urgente como bajar la inflación. Pensar en energía nuclear, tierras raras y biotecnología es tan importante como discutir el dólar o la deuda.

Tenemos las herramientas. Tenemos el capital humano. Tenemos las condiciones. Lo que falta es la decisión política. El futuro llegó. Está nevando. Pero todavía podemos construir refugio, comunidad y camino.

El único héroe es el héroe colectivo.

Por Jerónimo Guerrero Iraola | Abogado

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