Opinión.

La Plata, capital nacional de la bioeconomía

Cómo pensar la ciudad de La Plata en el siglo XXI. La bioeconomía abre puertas y permite acercarnos a la respuesta

15 de abril de 2025 - 10:00

El mundo está cambiando. Transición en todos los planos de la vida. Interactuamos distinto, nos agrupamos distinto, consumimos distinto. Claro, la desigualdad es el gran vector transversal de este momento. De esta forma, pensar e intervenir a La Plata nos permite diseñar respuestas conducentes a los enormes desafíos que se expanden a nuestros pies.

Es cierto que no existen proyectos locales sin proyectos nacionales. Es difícil concebir el desarrollo de un municipio si no existe una concatenación de dinámicas y políticas públicas orientadas a maximizar nuestras ventajas, a explotar aquello que nos ha sido dado en suerte. No obstante, podemos invertir el prisma y aventurar que un programa local puede nacer como incubadora, como unidad mínima de viabilidad de un proyecto concebido para ser desplegado en los diversos niveles de gobierno: provincial y nacional.

El ensayo, entonces, está en visualizar(nos) en cadenas más complejas. ¿Qué tenemos para aportar a este mundo? ¿En dónde estamos? ¿Cómo podemos construir fortalezas sin necesidad de enormes despliegues de energía? Usar nuestra capacidad instalada como tabla de pique de un nuevo escenario. La Plata tiene algo para decir, algo para aportar, algo que develar. Veamos…

¿Dónde estamos?

Postcapitalismo, tecnofeudalismo, cuarta revolución industrial. Me gusta mucho el último término. Simplifica, hace sentido con cuestiones que abordamos en nuestra escolarización. Sabemos casi intuitivamente que, si decimos que estamos atravesando una cuarta revolución, es porque antes hubo tres. Podemos encontrar caracteres determinantes en cada una de ellas, y explicar parte del devenir de Occidente a partir de los saltos tecnológicos e institucionales que cada una de ellas nos legó (¡vamos, que la organización republicana no es más que una tecnología de organización burocrática e institucional!).

Hay otras formas de producir valor… algunas materiales (¿cuánto vale el código fuente del sistema operativo del ordenador en el que escribo estas líneas?), algunas intangibles. Esta página en papel será luego digital, y, por las lógicas algorítmicas, las palabras aquí utilizadas, la magia del SEO y el SEM llegarán a vos, lector o lectora, o quedarán olvidadas en las estanterías de la biblioteca de Babel. Todo, absolutamente todo, produce valor. ¿Cuánto genera el robotito que me puso delante de tus ojos? Mucho, no por nada Alphabet (Google) cotiza lo que cotiza en la bolsa.

Inteligencia artificial, computación cuántica, la posibilidad de vivir un mundo hecho de bits (el llamado metaverso), conviven con una realidad que se marca el límite de nuestro eterno juego a ser Dios: faltará energía, faltará comida, faltará agua potable.

Todo relato esconde su trastienda. Estos intercambios, interacción con ChatGPT, WhatsApp que enviamos, los reels que instagrameamos, los match en Tinder, las hamburguesas que viajan en riders previo encargo por Rappi, las compras por plataformas de e-commerce o pagos que hagamos por Black Wallet requieren mucha energía. No somos capaces de pensar un mundo en el que tengamos que optar entre publicar una historia a Instagram o hacer una cirugía, pero quienes saben dicen que ese momento llegará más temprano que tarde.

¿Y La Plata qué?

La Plata todo. Nuestra ciudad, como adelantamos al comienzo de esta columna, tiene mucho que decir en esta cuarta revolución industrial. En sus 940 kilómetros cuadrados cuenta con una universidad que, por ejemplo, impacta sobre casi un cuarto de la población censada. Sí, más de 200 mil personas nos vinculamos con uno de los mejores centros académicos de América. Y eso es solo una muestra.

La Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, el CONICET, la Universidad Tecnológica Nacional, las delegaciones del INTA, el Instituto Biológico, la Autoridad del Agua. Un ecosistema perfecto, hecho a medida del siglo XXI, descansa a la espera del esplendor que puede depararle esta curva de la historia universal.

Si a ello le sumamos un cordón flor-frutihortícola, La Plata puede ser la gran incubadora de biotecnología orientada a la producción de alimentos y a la administración eficiente y sustentable de agua segura. El mundo clamará por el conocimiento platense. El planeta entero demandará el Pensado en La Plata, por platenses (por nacimiento o adopción). Un clúster de innovación que deje de mirar la autopista La Plata – Buenos Aires para mirar, en un principio, a América Latina.

La Plata puede ser la capital latinoamericana de la bioeconomía. ¿Qué? Bioeconomía: alimentación, agua (manejo del recurso, administración, tecnología aplicada), industria farmacéutica, aplicaciones industriales de activos biológicos. Dicen, quienes vienen describiendo el pulso de este tiempo, que esta cuarta revolución industrial terminará de asentarse cuando el dominio de la vida sea verdaderamente definitorio (imaginen: inteligencia artificial + big data + conocimiento aplicado = ¡BOOM!).

¿Eso con qué se come?

Pensar este modelo nos debe llevar a reperfilar absolutamente la dinámica de producción de nuestra ciudad. El primer punto, clave, es construir un consorcio, con bases sólidas y mecanismos institucionales a la altura del desafío entre todos los actores que conforman el ecosistema virtuoso. La Plata debe tender puentes y gestar alianzas orientadas a que esto camine en serio.

En segundo lugar, se deben crear mecanismos ágiles que permitan gestar el ámbito de encuentro entre desarrollo e inversión. Si partimos de asumir que habrá demanda a nivel global de desarrollo biotecnológico, podemos pensar sin temor a errarle que los capitales de riesgo (venture capital) podrían encontrar en nuestra ciudad una plaza de interés. El punto está en generar esas condiciones para atraerlos.

Aquí viene el punto importante. El ecosistema institucional tiene que pensar el modo de contribuir no solo desde el punto de vista de la infraestructura, sino también en la gestión de las patentes. De esta forma, un Estado ágil, que resuelva parte de los problemas y se asocie en generar un círculo virtuoso, puede tener el retorno necesario para reinvertir en mejorar la capacidad instalada. La Plata tiene todo, absolutamente todo, para brillar. Para eso, debe enfilar la proa y constituirse en la capital nacional de la bioeconomía.

Por Jerónimo Guerrero Iraola | Abogado

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