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La Plata Siglo XXI: la ciencia como potencia

La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires, tiene mucho potencial. La ciencia es parte clave en esto. Opinión

20 de mayo de 2025 - 09:00

¿De qué hablamos cuando hablamos de una ciudad que haga de la ciencia una locomotora de desarrollo? No se trata de una consigna, ni de un deseo abstracto. Hablamos de algo que está ocurriendo, de historias concretas, de personas reales que trabajan todos los días en diversos ámbitos de nuestra ciudad para generar soluciones a problemas estructurales. Hablamos de Julieta Pérez Giménez, de Nicolás Pedrini y de tantos otros y otras que, desde sus laboratorios, van delineando una idea de futuro con los pies en el presente

En La Plata se produce conocimiento que puede mejorar la salud, la producción agrícola, la industria alimentaria, la sustentabilidad ambiental. Es ciencia con impacto nacional y proyección global. En un mundo lanzado hacia una crisis de escasez de agua, de alimentos, de energía y minerales, el saber se torna un potenciador para poner a La Plata y a la República Argentina al frente de la cuarta revolución industrial.

Podemos hacer que ese conocimiento se transforme en patentes. Podemos hacer de esas patentes la condición local de encuentro entre el desarrollo, la idea, el “pensado en La Plata” y las inversiones. Hay una posibilidad de alinear vectores de fuerza y poner en práctica ese Estado emprendedor que geste las alianzas entre lo público y lo privado, con la mirada puesta en la soberanía y en la generación de valor que se traduzca en mejores condiciones de vida para nuestra gente.

Julieta Pérez Giménez: ¿bacterias para una revolución agraria?

Julieta es bioquímica, doctora en Ciencias Exactas, docente universitaria e investigadora del CONICET. Desde hace años forma estudiantes y produce conocimiento en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM), un centro de doble dependencia UNLP-CONICET que funciona en el corazón de nuestra ciudad. Su trabajo es, ante todo, profundamente colectivo. Trabaja con otros y otras construyendo su pedacito de Patria.

Allí investiga cómo ciertas bacterias del suelo interactúan con cultivos como la soja para favorecer su desarrollo. Su trabajo busca fortalecer la agricultura sustentable, reducir el uso de fertilizantes químicos y conservar la calidad de los suelos.

No es ciencia en una burbuja. Es investigación aplicada que puede ser utilizada por empresas productoras de inoculantes. Mejorar la calidad de esos productos impacta directamente en la producción agropecuaria. Todo aquello que propenda a potenciar la productividad, reducir riesgos y preservar los suelos se traduce en mejor rinde para nuestras tierras. Este desarrollo puede, a su vez, ser patentado, y generar valor e ingresos para nuestro país cada vez que su implementación se concrete en cualquier recóndito lugar del planeta.

Como si esto fuera poco, su grupo asesora técnicamente a entidades públicas y privadas, mientras se abocan a la formación de nuevas generaciones de científicos y científicas.

Nicolás Pedrini: ciencia aplicada a la salud y al agro

Nicolás es bioquímico, doctor en Ciencias Exactas, profesor universitario e investigador principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de La Plata (INIBIOLP), que funciona en la Facultad de Ciencias Médicas.

Participó en el desarrollo de dos innovaciones de gran impacto. La primera: una trampa basada en hongos naturales para controlar vinchucas, transmisoras del mal de Chagas. Fue probada con éxito en el norte argentino y en Bolivia, y se patentó en cuatro países. La segunda: un dispositivo biológico para combatir gorgojos en granos almacenados, premiado por su aplicación concreta y también patentado en Argentina y Estados Unidos.

Ambas tecnologías presentan una alternativa real a los pesticidas tradicionales: no contaminan (recursos hídricos, animales, entre otros), no generan resistencia y pueden ser clave tanto para el control de plagas urbanas como para abrir mercados en el agro orgánico. La ciencia que desarrolla Nicolás no solo resuelve problemas, también cuida el ambiente y la salud. Su grupo incluso llegó a transferir tecnología a Y-TEC, la empresa de desarrollo tecnológico de YPF, hasta que un cambio de gestión cambió la estrategia de la compañía y dejó de lado el proyecto. Otro ejemplo de toda la potencialidad que genera el conocimiento gestado en La Plata.

Ciencia que resiste, a pesar de todo

Julieta y Nicolás trabajan en condiciones cada vez más difíciles. Fondos que no llegan, convocatorias paralizadas, becas por debajo de la línea de pobreza, falta de financiamiento básico para los proyectos. Laboratorios que se sostienen por solidaridad, con intercambio de insumos entre equipos. La situación actual del sistema de ciencia y tecnología es crítica.

Nicolás lo resume con claridad: "Nos sentimos desamparados y víctimas de una dirigencia que desprecia la actividad pública de ciencia y tecnología". Su grupo pudo seguir trabajando gracias al apoyo de una fundación privada, pero la mayoría de los equipos está paralizada. Julieta describe un escenario similar, en el que todo se sostiene con esfuerzo compartido, sin garantías, sin horizonte claro.

Los investigadores se postulan a convocatorias que nunca cierran. Ganaron fondos que no se depositan. Se sostiene la formación de nuevas generaciones sin insumos, en base a la creatividad y su enorme talento. El sistema está en emergencia.

La Plata, nodo de futuro

Ambos casos muestran que La Plata no necesita importar modelos. Tiene talento, infraestructura, redes. Cientos de Colapinto que, en el sistema de ciencia y técnica, salen a diario a competir en condiciones adversas. Es claro que las políticas a nivel nacional pueden ser tildadas de cientificidio, pero también lo es que, desde La Plata, debemos ser capaces de pensar un modelo de desarrollo que tenga a las universidades y a la ciencia como columna vertebral.

Estoy convencido, y por eso machaco tanto desde este espacio, que deben existir cientos de miles de sponsors dispuestos a apostar por la escudería platense, por estas talentosas personas que caminan a diario entre nosotros generando desarrollos que, aplicados a gran escala, pueden acompañar esta transición global.

Una ciudad que haga de la ciencia su corazón, y sea el faro latinoamericano de la bioeconomía. De La Plata para el mundo. Debemos exportar la idea de qué producir, cómo hacerlo mejor, qué técnicas emplear, qué desarrollos permitirán maximizar la producción, o prevenir catástrofes (sequías, plagas, entre otras), o administrar agua segura, o evitar la contaminación extrema que termina en la inutilización de cauces hidrícos; o la programación de células para curar enfermedades, o fármacos, o lo que sea que seamos capaces de soñar en esta hermosa ciudad que aloja en su interior a los arquitectos del futuro.

Una ciudad que apueste por su comunidad científica está diciendo: "Queremos que te quedes. Queremos que tu saber transforme". Esa es la ciudad que podemos ser. Una ciudad que sea referencia global. Que nos permita seguir abonando el fenómeno argentino.

Cuando creamos Desafío Benoit, lo hicimos como una plataforma colaborativa que articula ciencia, tecnología y producción, pensando un camino posible. Crear agencias municipales, fomentar startups, promover la inversión basada en conocimiento. Transformar saber en empleo, arraigo, soberanía.

No se trata de convertir a La Plata en Silicon Valley. Se trata de reconocer que el conocimiento es un capital estratégico. Que invertir en ciencia es apostar a un modelo de desarrollo con identidad. Que una ciudad inteligente es aquella que cuida a quienes piensan, crean y transforman.

La frase con la que Julieta describió el presente de su laboratorio es tan dura como precisa: "Nos estamos sosteniendo con la solidaridad entre los grupos de trabajo, compartiendo insumos". No debemos naturalizar esta situación. Debería ser el punto de partida para un nuevo pacto entre la ciudad y su comunidad científica.

La Plata del siglo XXI no se medirá por sus torres ni por sus marcas. Lo hará por su capacidad de proyectar. Una ciudad que quiera liderar el siglo XXI debe dejar de mirar la ciencia como algo limitado a los metros cuadrados de un laboratorio y empezar a verla como el brazo que apalanque su modelo de desarrollo.

La Plata tiene todo para lograrlo.

Por JERÓNIMO GUERRERO IRAOLA | Abogado.

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