Los vecinos de Villa Elisa se pusieron al frente de una cruzada que respira historia platense. Un grupo de frentistas autoconvocados se unió para restaurar la entrada al Palacio Uriburu, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad de La Plata.
La campaña fue lanzada por Cristian Varela, investigador y creador de "Los Misterios de Villa Elisa", para sumar voluntarios al proyecto que busca recuperar el acceso al histórico edificio ubicado sobre calle 50 y las vías de la Línea General Roca, en la zona lindera al Recreo Luz y Fuerza en el Barrio Jardín.
A través de sus redes sociales, el impulsor de la iniciativa remarcó que contaba con tachos de pintura para poder realizar la tarea, pero buscaba voluntarios para poner manos a la obra. “También se me ocurrió hacer un mural simple, que represente al Palacio Uriburu en la pared que bloquea la entrada original, la cual vamos a pintar y darle mejor vista”, sumó.
Además, el impulsor de la iniciativa descarta la idea de lanzar una petición para que el Palacio Uriburu pase a ser considerado Patrimonio Histórico.
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La historia del Palacio Uriburu
El Palacio Uriburu fue construido a pocos años de la fundación de La Plata. Símbolo de una época en que la aristocracia porteña había escogido Villa Elisa para erigir sus mansiones de verano, el Palacete de Uriburu se perdió allá por el año 60 cuando un incendio lo redujo a escombros. Su recuerdo, sin embargo, subsiste en la memoria de algunos viejos habitantes de la zona que lo recuerdan como un castillo de ensueño, desbordante de belleza y poesía.
Había sido construido en 1893 por encargo de Don Francisco Uriburu, quien deseaba tener una vivienda veraniega cercana a la de su hija Elisa, casada con Luis Castells. Su propietario -político y hombre de negocios con almacenes comerciales, bodegas, aserraderos, campos, una calera y hasta un diario- no escatimó en gastos al erigirlo.
Diseñado por el arquitecto Duplan con materiales traídos de Europa, el palacete de líneas francesas se caracterizaba por sus techos de mansarda negra, torretas, chimeneas y terrazas que le valieron el mote de "Castillo" entre los primeros habitantes de la zona.
Tras un enorme portal de hierro forjado nacía una avenida de palmeras y coníferas que conducía hacía la casa. Frente a ella había un lago y una fuente con cuatro caballos de bronce. Y a su alrededor, una gruta, una pajarera, una glorieta, una piscina cubierta con una cúpula de vidrio, un invernáculo en el que se cultivaban orquídeas y cuyo domo era tan alto que asomaba entre los árboles, cocheras, caballerizas, una vivienda para los caseros y un monte de frutales conocido por los lugareños como el "monte de Uriburu".