Casa Rosada.

El advenimiento de Santiago Caputo y los desafíos post electorales de Milei

El rol de Santiago Caputo y la presión por consensos parlamentarios podrían marcar el tono de la segunda parte del gobierno de Javier Milei

23 de octubre de 2025 - 08:33

El presidente Javier Milei comienza a delinear lo que podría ser una reconfiguración de su equipo de gobierno, de cara a una nueva etapa política marcada por el resultado en las urnas y la necesidad de consolidar gobernabilidad. En ese marco, una figura clave del oficialismo, Santiago Caputo, gana protagonismo como posible actor central en el Gabinete.

Si bien fue uno de los pilares estratégicos del oficialismo desde la campaña electoral y durante los primeros meses de gestión, integrante del denominado “triángulo de hierro”, Caputo operó siempre desde las sombras. Ahora, el asesor peaky blinders podría pasar a los primeros planos.

“Absolutamente”, respondió Milei al ser consultado sobre si Caputo ocupará una función central en el Ejecutivo aunque buscó bajarle la espuma por una lógica, que a su entender, le podría jugar en contra. “La mejor forma de arruinar a un funcionario es anticipar que va a tener un cargo. Lo mata”, sentenció.

El oficialismo, que arribó al segundo tramo del mandato con expectativas de consolidación institucional, enfrenta ahora la necesidad de reordenar su coalición y ampliar sus márgenes de maniobra parlamentaria tras el revés en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires.

Uno de los desafíos más urgentes para el oficialismo pasa por recomponer la arquitectura política e institucional del Gobierno. La relación con el Congreso, hasta ahora marcada por vetos presidenciales y Decretos de Necesidad y Urgencia, obliga a repensar el vínculo con los bloques opositores y con los actores del sistema económico.

Las señales desde EE.UU para Milei

La estabilidad institucional, en especial en un escenario sin mayorías propias, es condición necesaria para afianzar la confianza de los mercados y de los organismos multilaterales. Desde Washington, las señales han sido claras: tanto la directora del FMI, Kristalina Georgieva, como funcionarios norteamericanos cercanos al presidente Donald Trump, han insistido en la necesidad de contar con respaldo político y social para sostener el programa económico.

Georgieva fue enfática al remarcar que solo con ese respaldo podrán profundizarse las reformas estructurales. Desde el Tesoro de EE.UU., Scott Bessent también hizo llegar mensajes en la misma dirección: el compromiso del Gobierno argentino con el equilibrio fiscal debe ir acompañado de una hoja de ruta institucional sólida.

El Presidente afirmó que en la segunda mitad de su mandato buscará avanzar sobre una agenda más ambiciosa, y sostuvo que “hay un consenso sobre hacia dónde debe ir la Argentina”. Uno de los ejes de ese horizonte que plantea la Casa Rosada es la “inflación cero”, un discurso que le permitió catapultarse al Gobierno hace dos años y que hoy busca capitalizar.

“Pasada la pirotecnia electoral, hay un consenso a donde tiene que ir la Argentina. Mi compromiso es con los argentinos, bajar la inflación. El 30% de este año me produce asco”, manifestó en declaraciones a la prensa. En esta línea, anticipó que para agosto del 2026 habrá “inflación cero”.

“Nosotros fijamos la cantidad de dinero a mitad del año pasado. Si el rezago de la política monetaria, acorde a nuevos estudios que dicen que son 26 meses, para agosto del año que viene la inflación va a ser cero”, planteó el líder libertario.

La economía que aprieta

Sin embargo, el oficialismo enfrenta una coyuntura económica compleja y las encuestas marcan que hoy la inflación dejó de ser la principal preocupación de los argentinos. Ahora, la agenda ciudadana se enfoca en la pérdida del poder adquisitivo, el empleo y la reactivación económica.

Durante esta primera parte, la estrategia de absorción monetaria, central en el plan de estabilización, ha tenido un fuerte impacto en la actividad productiva, con una caída marcada en el consumo y una contracción que golpea especialmente al sector privado.

Los índices de empleo reflejan esa dinámica: por cada trabajador del sector público desvinculado, hubo tres despidos en el sector privado. Mientras tanto, la volatilidad de las tasas y la falta de crédito golpean la recuperación.

A eso se suma una limitada capacidad de financiamiento que quedó en evidencia en las últimas semanas. Tras agotar mecanismos como el blanqueo de capitales, incentivos fiscales al agro, colocaciones de deuda y líneas del FMI, el ministro Luis Caputo recurrió a la solicitud de respaldo directo al Tesoro de EE.UU., lo que marca un punto de inflexión en la fragilidad del esquema financiero vigente.

La estrategia inicial del mileismo ya no causa el mismo efecto y lo saben. La última advertencia fue del ex presidente Mauricio Macri, quien en un comunicado insistió en que la estabilidad monetaria ya no alcanza como único eje de gobierno y reclamó mayor apertura al diálogo, vocación de consenso y atención a los desafíos sociales de corto plazo.

Para el Gobierno, la etapa que se abre tras las elecciones de octubre representa una oportunidad crítica. El rediseño del Gabinete, la búsqueda de consensos parlamentarios y una narrativa más orientada a la recuperación social podrían marcar la diferencia entre sostener el rumbo o enfrentar una erosión creciente del capital político que lo llevó al poder.

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