La elección del domingo, que determinará 35 nuevos nombres bonaerenses para que ingresen a la Cámara de Diputados, será el corolario de un año electoral desdoblado en mil dobleces. Con el antecedente del 7S y encuestas en mano, los campamentos de La Libertad Avanza y de Fuerza Patria empiezan a dar la pelea simbólica por la interpretación de los resultados.
A saber: el oficialismo es la única fuerza que competirá, en las elecciones legislativas venideras, en los 24 distritos (las 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), con candidatos propios o en alianzas con otros partidos. Por su parte, el peronismo lleva el sello de Fuerza Patria sólo en 14 distritos. El simulacro que realizó el Gobierno durante el último fin de semana deschavó la intención de mostrar un resultado nacional diseccionando al peronismo -sin incluir históricos como Jorge Capitanich, Gildo Insfrán o Ricardo Quintela- lo que inevitablemente arrojaría una victoria libertaria en el número global.
Según la Constitución argentina, el ítem de “total nacional” para los resultados de las elecciones, sólo es válido cuando se elige presidente, por lo que la maniobra del oficialismo fue leída en la oposición como un intento desesperado por mostrar una victoria ficticia. A eso se aferraron los apoderados de la alianza opositora, que sin perder tiempo, pidieron ante la Cámara Nacional Electoral (CNE) que ordene a la Dirección Nacional Electoral (DINE) “que se abstenga de consolidar o agrupar los resultados de los escrutinios a nivel nacional” ya que para esta elección no existirá algo tal como “distrito único”. La CNE dio lugar al pedido del peronismo y el Ministerio del Interior deberá publicar los resultados discriminados por distrito.
El tironeo se da en un contexto por demás delicado, en que el Gobierno de Javier Milei necesita un triunfo electoral ya no tanto para garantizar gobernabilidad en los próximos dos años, sino más para mostrarlo ante el mundo, y que la buena noticia consolide el mecenazgo de Donald Trump y Scott Bessent. El presidente norteamericano viene dando señales difusas sobre su apoyo al gobierno libertario, señales que se aclararán una vez que estén los resultados finales de las midterms.
Números que definirán mucho en el peronismo
Esos mismos resultados finales, principalmente los de la provincia de Buenos Aires (40% del padrón electoral del país) tendrán, además, diferentes lecturas dentro del universo pluriperonista, en la antesala de lo que seguramente sea el destape de la olla a presión en que se convirtió la interna entre el kicillofismo naciente y el kirchnerismo histórico.
En algo coinciden el MDF y el cristinismo: el surgimiento de Provincias Unidas, con Florencio Randazzo a la cabeza, y la ausencia de votantes extranjeros en este round, son dos factores que indefectiblemente harán reducir la cantidad de votos de FP.
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En el PJ nacional y en San José 1111 miran con alerta esas encuestas que llegaron a las manos de Cristina Fernández de Kirchner, con una ventaja para Fuerza Patria sensiblemente inferior a la obtenida en septiembre. Por lo bajo, le siguen reprochando al gobernador por el desdoblamiento, que permitió un triunfo holgado en las provinciales, pero que a la vez desinfló el espíritu militante de los intendentes y la fuerza territorial del Movimiento Derecho al Futuro.
El lunes, en el acto de la CGT Regional La Plata, Kicillof se desligó de las acusaciones: “algunos pensaban que después de septiembre, en octubre (la militancia) se iba a pinchar. Y acá está claro que los intendentes, los candidatos, este gobernador, y el movimiento obrero están militando esta elección como si fuera la última”, lanzó.
Algo de razón podría caberle al mandatario si se miran las redes sociales de los jefes comunales, hiperactivos en el plano digital.
Sin embargo, en el cristinismo paladar negro entienden que no se puso el mismo entusiasmo para esta elección que para la del 7S, lo que, al menos en La Plata, pareciera tener un mínimo de asidero: el despliegue de maquinarias, carteles y obreros por todos los puntos del partido, se esfumó como en un acto de ilusionismo a partir del lunes 8, cuando la ventaja de casi 14 puntos contra el partido de Javier Milei electrificó el alambrado de la Provincia y de la mayoría de los municipios.
La CGT quiere volver a los primeros planos
Mientras que en las elecciones bonaerenses los intendentes fueron protagonistas estelares y la CGT se quedaba con la ñata contra el vidrio, en la contienda nacional se invirtió la ecuación y ahora, sin jefes territoriales, es la central obrera la que deberá motorizar el tramo final de la campaña, con cuatro representantes con grandes chances de acceder a una banca, y un quinto que -una muy buena elección mediante- eventualmente podría sumarse para darle la pelea a la reforma laboral que prometió el ministro de Economía, Luis Caputo. Kicillof peleó por dos de ellos: Hugo Yasky y Huguito Moyano asumirán el 10 de diciembre en representación de un sector que -con sus tensiones internas también a cuestas- intenta volver a ser la columna vertebral del Movimiento Nacional Justicialista.
La central obrera incluye, en el combo electoral de este año, su propia renovación de autoridades, que tendrá lugar diez días después de las elecciones, en el Estadio de Obras Sanitarias. La rosca en el mundo sindical está que arde.
Una pelea por el relato
Con todo, la noche del domingo se presenta, en la previa, como una pelea por el relato, en la que las dos principales fuerzas se van a atribuir la victoria. El oficialismo, fiel a su estilo, hará todos sus esfuerzos para mostrar el mapa nacional pintado de violeta; en tanto que la oposición rezan por sostener una ventaja de dos dígitos que disimule la interna hasta nuevo aviso.
Por lo pronto, todos los caminos apuntan a una de esas largas noches electorales cargadas de polémicas: ya no por el resultado (que parece irreversible), sino por la manera en que se publique, la hora en que lo hagan y las múltiples interpretaciones que se harán a partir del lunes.